sábado, 4 de junio de 2011

El Bosque. María José Gómez Redondo










Como ideas de partida antes de realizar los bocetos de las

imágenes fotográficas apuntaba en el año 1990

El bosque como escenario de lo inquietante

· Lugar en el cual el “no ver” define tanto las situaciones como el “ver

· lo próximo como invisible

· El bosque como escenario de lo inquietante

· El bosque oculta el bosque

· El bosque como escenario por antonomasia de la

narración (infantil)

· El bosque como escenario del yo, construir narraciones en primera persona, dando importancia al sentido del tacto

· Aparición de la mano como elemento de relación: personaje y bosque.

· relación metonímica: está cerca; relación metafórica: se parece



Inventé una narración de la cual fui extrayendo los títulos para los cuadros, que querían mostrarse como instantes largos, como secuencias en una película.....

Paseamos por caminos obscuros observados a Través de las ramas; tememos lo que no vemos . No sabemos si somos nosotros o los otros, y esperamos... Está parado entre los arboles. Aguardamos la sorpresa... El se esconde, en el bosque. Ella se sitúa donde difícilmente se la vea, corta una rama mientras espera que sucede. En el bosque el bosque se oculta, y los ruidos nos muestran que hay silencio, los objetos se vuelven peligrosos esperando los desenlaces de las historias. Siempre sucede un instante antes...



jueves, 2 de junio de 2011

Los Elementos






El objeto adquiere un valor simbólico: una chapa, un trozo de poliespán, una cáscara de naranja, colocados como un tótem vertical, rescatados del suelo se convierten en emblemas de los elementos que forman el universo: agua, aire, tierra, fuego, eter.
Simbolizan una sustancia pero no la contienen.
Me acerco a lo que miro: la realidad se transforma cuando la vemos de cerca, ver se parece a tocar, la cercanía transforma las cosas y nos transforma como espectadores.

miércoles, 1 de junio de 2011

Hacerse María José Gómez Redondo





















Un hacerse continuo y repetido nos hace cobrar conciencia de que no tenemos próxima vez, cada momento es único, distinto.
En los autorretratos sin contorno: "Ahora duermo", "Ahora lloro", "Ahora río" y "Ahora pienso" el rostro nace del interior, del movimiento que genera la acción, del gesto.
Se descubren a sí mismos emergiendo de una oscuridad que les empapa. Oscuridad densa, que envuelve la cara y la reinterpreta.
La luz nos rescata, nos descubre y enmascara, las superficies se vuelven incandescentes como llamas, somos demasiado frágiles.

Huellas de Identidad María José Gómez Redondo


































































Rostro:
Muchos de nosotros somos incapaces de describir los rasgos particulares de las personas más cercanas: amigos, Familiares... El color de sus ojos, la forma exacta de su nariz. Pero esta inseguridad no de
teriora nuestra sensación de familiaridad con sus rasgos, que podríamos reconocer entre un millar.
A través del rostro fotografiado habitualmente podemos reconocer a una persona.
En mis fotografías he trabajado sobre este tema llevándolo a una de sus fronteras: el autorretrato como reconocimiento del propio rostro.
¿Cómo podemos reconocer un rostro que nunca hemos visto?
El autorretrato es, para el que lo realiza, el reconocimiento de lo no visto.
El yo busca pistas de sí a través de retratos anteriores, a través del espejo o a través de rostros que se le parecen, rostros familiares.
Por empatía el niño responde a la sonrisa de su madre, imitando su gesto interpreta su rostro.
Por empatía, cuando realizamos su retrato, proyectamos en otros nuestra propia fisonomía.